La carcajada de tus hijos no solo es un sonido maravilloso, sino que también es una auténtica terapia para ellos. En el plano físico, cuando reímos, segregamos unas hormonas llamadas endorfinas que actúan como analgésicos naturales y ayudan a superar los momentos de malestar. La saliva que se segrega al reír tiene una mayor cantidad de inmunoglobinas, anticuerpos que ayudan a combatir enfermedades, y los músculos que se ejercitan con la sonrisa, risa o carcajada, son nada más y nada menos… ¡que 400!

Tanto es el beneficio físico de la risa que cada vez más hospitales infantiles tienen visitas periódicas de payasos, ya que está comprobado que los niños se recuperan mejor y más rápido si se ríen.

En el plano psíquico, hacer que un niño se ría o sonría con frecuencia es hacer que sea una persona optimista, con una mayor inteligencia emocional, y por lo tanto una mayor autoestima. Los padres pueden hacer mucho para conseguir que sus hijos se conviertan en seres alegres y receptivos.

Hacer de los actos cotidianos un momento positivo es cuestión de proponérselo: al andar por la calle les puedes contar todo lo que vais viendo de forma interesante e imaginativa; al quitarles la ropa para cambiarles les puedes hacer cosquillas; al bañarles puedes hacer espuma para que se sumerjan como en una piscina de “nata”; al ir al campo puedes hacerles sentir lo bien que huelen las flores y por la noche señalarles lo bonitas que son las estrellas…

 

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Si además eres capaz de hacer ver a tu pequeño o pequeña que los tropiezos también pueden tomarse con buen humor, estarás haciendo un gran favor a tus hijos. Por ejemplo, si al caerse en el parque no os abalanzáis por si se ha hecho daño, sino que le ayudáis a levantarse con una sonrisa diciendo “es que cada vez corres más deprisa porque eres más mayor”, el niño/a irá aprendiendo a encajar con mucha más deportividad los pequeños percances.

Recuerda que el “sentido del humor” se inicia sobre los 12 o 18 meses, en los que los niños pasan de responder a las bromas de sus papis y familiares a hacerlas ellos mismos. Esconderse detrás de una cortina y dar un susto, correr por el pasillo para que les sigáis o poner caras raras, serán sus formas típicas de bromear según vayan creciendo. Y es que los niños son psicólogos naturales y perciben que hacer reír a sus seres queridos es el mejor de los regalos.