En la actualidad algunos papás y mamás, por falta de información, pecan por exceso o por defecto en temas relacionados con la salud de sus hijos. Según los especialistas en pediatría, la falta de hierro y el exceso de peso son dos veces más frecuentes entre los niños que entre los adultos, y es un tema que nos debería poner en alerta y hacernos reflexionar.

 

Factores que más influyen en la falta de hierro

La deficiencia de hierro es la carencia de nutrición más común en la infancia. Los niños con edades entre 9 y 24 meses son especialmente susceptibles, dado que las necesidades de hierro son más elevadas durante ese período de crecimiento rápido.

La falta de hierro en la infancia también está vinculada a posibles alteraciones en el aprendizaje, en la disminución del rendimiento escolar y en la baja puntuación que a veces se obtiene en pruebas y test de desarrollo mental y motor realizadas en las escuelas.

 

El importante papel de la prevención

Si se tuvieran presentes los perjudiciales efectos a largo plazo de la falta de hierro, sería mucho más fácil tomar conciencia y adoptar nuevas formas de vida más sanas y beneficiosas para el organismo de los más peques. Es necesario poner mayor atención a los hábitos alimenticios que les enseñamos a nuestros hijos, así como igual de importante es que los propios padres apliquen y cumplan esos nuevos hábitos saludables tan necesarios:

  • La dieta del niño debe ser completa y variada, debiendo recibir carne, verduras, frutas, cereales, etc. Los alimentos más ricos en hierro son las carnes rojas y las vísceras (por ejemplo el filete de hígado) y los vegetales de color verde oscuro (como las espinacas, las acelgas, las judías, etc.). Otros alimentos, como los cereales infantiles, pueden ser ideales para completar su alimentación sin abusar, porque suelen estar enriquecidos también con hierro.
  • Dale un complemento de hierro a tu hijo si su pediatra lo indica y durante el tiempo que sea necesario. El hierro sirve para tener una mejor absorción y debe ser dado fuera del horario de las comidas (30 minutos antes o 2 horas después) y, si es posible, acompañado de un zumo de naranja o de pomelo que, además de ayudar a camuflar su duro sabor, hará el momento de la toma mucho más fácil aportando de paso la vitamina C, capaz de aumentar su absorción.