La espera de un bebé es una de las etapas más emocionantes de toda mujer, un tiempo de ilusiones y de experiencias nuevas, sobre todo durante el primer embarazo. Sin embargo, por ello no podemos dejar de lado esos “otros cambios” que también suceden en nuestro cuerpo y que a veces nos mantienen muy alerta, sobre todo por la preocupación de ganar o de perder peso.

Los cambios suelen darse de tres formas: físicamente, hormonalmente y psicológicamente, y algunos de estos cambios son claramente notorios, pero otros pasan desapercibidos antes los demás. Tenemos que tener en cuenta que estas modificaciones en el organismo en general son necesarias, ya que se producen para proporcionar al hijo que viene los elementos fundamentales que necesita para un desarrollo adecuado.

En cuanto a lo que más destaca para la propia mujer embarazada, nos encontramos con el peso, el cambio de tamaño de los senos y el útero, sin dejar de mencionar las modificaciones en la circulación sanguínea, en la respiración, en la digestión y en los diversos ciclos hormonales. Todo esto hace que nos demos cuenta de que es bastante normal que las embarazadas sientan susceptibilidad o temor, especialmente si se trata de un primer embarazo.

 

Los efectos del embarazo en nuestra piel

Cuando nos encontramos inmersas en un embarazo, se desarrollan muchas emociones como consecuencia de la felicidad que genera la idea de poder traer a este mundo una nueva vida. Pero durante este proceso también debemos tener algunos cuidados extra con el fin de evitar otros problemas como los relacionados con la piel, sobre todo tras el parto.

Los cambios más notorios que se presentan en el embarazo se reflejan con especial incidencia en la piel, donde se percibe el aumento de peso y volumen, y no solo en el abdomen, sino también en los brazos, pechos, piernas y rostro. Esto sucede así al margen de lo que comamos, como consecuencia de que nuestro cuerpo retiene una mayor cantidad de líquidos por el aumento en la producción de hormonas.

Una vez nacido el bebé, nuestro cuerpo comienza a retomar su forma natural, y comenzamos a percatarnos de la aparición de las estrías. En este sentido, debemos saber que las estrías no se pueden quitar con total eficacia, de manera que es mejor centrarse en el cuidado del cuerpo para que no surjan. Para ello será suficiente con aplicarse cremas que sean ricas en vitaminas A y E.

La aplicación de estas cremas es muy sencilla, ya que con tan solo administrarla unas dos veces al día en cantidades abundantes y con masajes intensos y rotativos, se logrará una correcta absorción del producto y se protegerá la piel, evitando el rompimiento de los tejidos y el surgimiento de las temidas estrías.